sábado, 23 de marzo de 2013

La Lucha de Sísifo



Los dioses condenaron a Sísifo a empujar eternamente una roca hasta lo alto de una montaña, desde donde la piedra volvía a caer por su propio peso. Pensaron, con cierta razón, que no hay castigo más terrible que el trabajo inútil y sin esperanza (…)

Los mitos están hechos para que la imaginación los anime. En el caso de éste, vemos solamente todo el esfuerzo de un cuerpo tenso para levantar la enorme piedra, empujarla y ayudarla a subir por una pendiente cien veces recomenzada; vemos el rostro crispado, la mejilla pegada contra la piedra, la ayuda de un hombro que recibe la masa cubierta de greda, un pie que la calza, la tensión de los brazos, la seguridad eternamente humana de dos manos llenas de tierra. Al final de este prolongado esfuerzo, medido por el espacio sin cielo y el tiempo sin profundidad, llega a la meta. Sísifo contempla entonces cómo la piedra rueda en unos instantes hacia ese mundo inferior del que habrá de volver a subirla a las cumbres. Y regresa al llano (…)

La lucha por llegar a las cumbres basta para llenar un corazón de hombre.
Hay que imaginarse a Sísifo dichoso.

Albert Camus
(El mito de Sísifo)


Escribir sobre los más grandes no es tarea sencilla. No es esto una excusa. Tal vez una advertencia. Qué decir y cómo decirlo es el desafío.

Esta semana que pasó se ha confirmado la lista de jugadoras que viajarán a Nueva Zelanda para disputar dos 4 Naciones. Entre esos nombres que deseamos leer apareció una vez más el de Luciana Aymar. Y como cada vez que en los últimos tiempos eso sucede, empezaron los comentarios y las preguntas, casi absurdas, de cuál será la fecha de su retiro. Lo reiterativo y lo absurdo parecen ser los protagonistas de la historia del mito de Sísifo, pero no lo son. Lo reiterativo y absurdo de estas preguntas sobre el fin de la carrera de la mejor jugadora del mundo parecen ser, también, los protagonistas de esta historia. Casi la totalidad de las entrevistas terminan con la misma pregunta ¿Hasta cuándo? Lo previsible y reiterativo; lo aburrido y lo absurdo quieren ser protagonistas. Muchas veces dejamos que lo sean.

El mito de Sísifo es muchas veces leído como la historia de un ser castigado por los dioses al trabajo eterno y repetitivo. Tal vez se necesitó de Camus para leerlo en un sentido positivo.


¿En qué consiste, en efecto, su castigo, si a cada paso se ve sostenido por la esperanza de conseguir su propósito?

No me pregunto ¿hasta cuándo? No me pregunto, jamás, hasta cuándo Sísifo empujará esa roca hacia la cima de la montaña ¿Tiene sentido hacerlo? ¿Tiene sentido preguntarse algo que Sísifo no se pregunta? Él sólo empuja la roca hacia la cima, sabe que tiene que hacerlo. Es lo que ha aprendido a hacer. Cuando está llegando, la roca vuelve a caer. Pero ha tocado muchas veces la cima. Y empieza de nuevo, una y otra vez. Sin cuestionar. Y reflexiona en el momento del descenso. Momento de clarividencia absoluta de su trabajo.

¿No hay mejor pregunta que “hasta cuándo”? Tal vez sea una pregunta que los hombres comunes le hacían a Sísifo. Él no era como el resto de los mortales. Su perseverancia en alcanzar la cima, algo que sólo el que la alcanza después de tanto trabajo, sabe lo que significa, lo hacía extraordinario.

Quizás no haya que preguntarse nada. Quizás, simplemente, podamos disfrutar de lo que Lucha Aymar nos regala en cada partido: su técnica, su habilidad, su juego y sobre todo su imprevisibilidad en el mismo, al igual que los pensamientos que Sísifo pudo haber tenido cada vez que descendía de la montaña para buscar una vez más la roca y volver a llegar a la cima.

Somos afortunados de ser contemporáneos a Aymar. Su lucha por llegar a la cima ha llenado seguramente su corazón. Ahora hay que imaginarnos a nosotros dichosos por ello y simplemente seguir disfrutando.

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