Los dioses condenaron a Sísifo a empujar eternamente una roca hasta lo
alto de una montaña, desde donde la piedra volvía a caer por su propio peso.
Pensaron, con cierta razón, que no hay castigo más terrible que el trabajo
inútil y sin esperanza (…)
Los mitos están hechos para que la imaginación los anime. En el caso de
éste, vemos solamente todo el esfuerzo de un cuerpo tenso para levantar la
enorme piedra, empujarla y ayudarla a subir por una pendiente cien veces
recomenzada; vemos el rostro crispado, la mejilla pegada contra la piedra, la
ayuda de un hombro que recibe la masa cubierta de greda, un pie que la calza,
la tensión de los brazos, la seguridad eternamente humana de dos manos llenas
de tierra. Al final de este prolongado esfuerzo, medido por el espacio sin
cielo y el tiempo sin profundidad, llega a la meta. Sísifo contempla entonces
cómo la piedra rueda en unos instantes hacia ese mundo inferior del que habrá
de volver a subirla a las cumbres. Y regresa al llano (…)
La lucha por llegar a las cumbres basta para llenar un corazón de
hombre.
Hay que imaginarse a Sísifo dichoso.
Albert Camus
(El mito de Sísifo)
Escribir sobre los más grandes no es tarea
sencilla. No es esto una excusa. Tal vez una advertencia. Qué decir y cómo
decirlo es el desafío.
Esta semana que pasó se ha confirmado la lista
de jugadoras que viajarán a Nueva Zelanda para disputar dos 4 Naciones. Entre
esos nombres que deseamos leer apareció una vez más el de Luciana Aymar. Y como
cada vez que en los últimos tiempos eso sucede, empezaron los comentarios y las
preguntas, casi absurdas, de cuál será la fecha de su retiro. Lo reiterativo y
lo absurdo parecen ser los protagonistas de la historia del mito de Sísifo,
pero no lo son. Lo reiterativo y absurdo de estas preguntas sobre el fin de la
carrera de la mejor jugadora del mundo parecen ser, también, los protagonistas
de esta historia. Casi la totalidad de las entrevistas terminan con la misma
pregunta ¿Hasta cuándo? Lo previsible y reiterativo; lo aburrido y lo absurdo
quieren ser protagonistas. Muchas veces dejamos que lo sean.
El mito de Sísifo es muchas veces leído como la
historia de un ser castigado por los dioses al trabajo eterno y repetitivo. Tal
vez se necesitó de Camus para leerlo en un sentido positivo.
¿En qué consiste, en
efecto, su castigo, si a cada paso se ve sostenido por la esperanza de
conseguir su propósito?
No me pregunto ¿hasta cuándo? No me pregunto,
jamás, hasta cuándo Sísifo empujará esa roca hacia la cima de la montaña ¿Tiene
sentido hacerlo? ¿Tiene sentido preguntarse algo que Sísifo no se pregunta? Él
sólo empuja la roca hacia la cima, sabe que tiene que hacerlo. Es lo que ha
aprendido a hacer. Cuando está llegando, la roca vuelve a caer. Pero ha tocado
muchas veces la cima. Y empieza de nuevo, una y otra vez. Sin cuestionar. Y
reflexiona en el momento del descenso. Momento de clarividencia absoluta de su
trabajo.
¿No hay mejor pregunta que “hasta cuándo”? Tal
vez sea una pregunta que los hombres comunes le hacían a Sísifo. Él no era como
el resto de los mortales. Su perseverancia en alcanzar la cima, algo que sólo
el que la alcanza después de tanto trabajo, sabe lo que significa, lo hacía
extraordinario.
Quizás no haya que preguntarse nada. Quizás,
simplemente, podamos disfrutar de lo que Lucha Aymar nos regala en cada
partido: su técnica, su habilidad, su juego y sobre todo su imprevisibilidad en
el mismo, al igual que los pensamientos que Sísifo pudo haber tenido cada vez
que descendía de la montaña para buscar una vez más la roca y volver a llegar a
la cima.
Somos afortunados de ser contemporáneos a
Aymar. Su lucha por llegar a la cima ha llenado seguramente su corazón. Ahora
hay que imaginarnos a nosotros dichosos por ello y simplemente seguir
disfrutando.
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